Amantes de la noche...

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domingo, 25 de abril de 2010

¿Ahora sí es amor? Cap 7


Aclaración: para algunos capítulos algunas canciones de Yiruma me han inspirado, particularmente en este capítulo, mi personaje toca una que me imagino que es de él, su nombre es: ¿Do you?

CAPÍTULO VII
El pianista



-Es un odioso, lo odio, lo odio, lo odio… y que no se preocupe, no me atravesaré por su camino…- les dije en tono de berrinche a mis amigas. Les conté lo sucedido en mi primer día de escuela, se interesaron por lo de Edward, pero algo me dijo que no les dijera su nombre, y pude notar una mirada de complicidad al momento de contarles lo de la última clase. -¿Qué sucede?- Patrice agachó su mirada.

-Nada Julie, no te preocupes…

-Algo pasa Path, ¿dije algo malo?-
al ver que no contestaba me dirigí a Sahara – Saha… dime…

-Bueno Julie, por la descripción… amm… creo que se podría tratarse de Stephen.

-¿Stephen? ¿Y quién es ese…? Hay, les juro que me ha hecho pasar el peor momento de mi vida en mucho tiempo
- Justo entonces algo hizo “click” dentro de mí…

Ahora entendía cuál era la razón por la que me sentía tan extraña después de aquél odioso encuentro. Antes mi vida era normal, siempre luchando por pasar desapercibida, por ser del montón… sólo teniendo acceso a los sueños pues tenía miedo de la realidad.

Cuando conocí a… -mejor no pensar en el nombre, no era lo suficientemente fuerte aún- bueno, cuando lo conocí a él, mi mundo tuvo un punto sobre el cuál girar, todo era él; aún con miedo quise vivir de algo real y no sólo de la fantasía, aprendí a confiar en mí, dentro de mis propias limitaciones.

Cuando desapareció me sentía como un planeta girando en torno a la nada, todo lo que pasaba a mi alrededor no tenía sentido y no me preocupaba, nada me alteraba: ni la alegría, ni la tristeza, todo a mi alrededor era insustancial para mí…

Pero al llegar a Flowerville, me empeñé en que todo fuera distinto, ya no quería ser aquél zombi que se movía por costumbre, deseaba vivir por primera vez valiéndome de mí misma y no de los demás, y mi intento estaba teniendo frutos: los sentimientos me embargaban y podía sentir alegría de nuevo…

Con aquél chico pasó algo que no esperaba, incluso si sentía el más profundo odio, me hizo sentir algo y muy fuerte; me volvió a la vida y me convertí de nuevo en un ser vulnerable de sus propios sentimientos, fue como si en medio de un paro cardiaco alguien aplicara electricidad y volviera a la vida. No pude evitar no sonreír, gracias a Dios ni Saha ni Path se dieron cuenta, si no me estarían bombardeando con preguntas y la que quería hacer eso era yo, quería obtener información sobre aquél chico odioso. –Contéstenme, déjense de estar mirando y abran la boca…

-Bueno Julie, es que él es mi primo, aunque creo que somos más que eso, somos hermanos…- dijo Patrice con la cabeza gacha y algo triste.

-Pero si no se parecen…- aún seguía procesando aquella información en mi cerebro. Patrice y Stephen parientes, era una fórmula incomprensible en mi cabeza.

-Bueno… Mis padres lo adoptaron desde que tenía siete años, pero yo lo quiero como mi hermano mayor…- Pude sentir cómo la tristeza se hacía omnipresente en aquél momento.

-Discúlpame por haberme expresado así de él… ¿me perdonas?- La miré con duda a los ojos, no quería que nuestra amistad se arruinara por aquello.

-¿Estás tontita? No tengo nada que perdonarte, conozco a Stephen y sé que es medio odioso en ocasiones, de hecho yo misma soy odiosa en ocasiones; te pido una disculpa a su nombre y por favor, viendo que somos amigas, me atreveré a pedirte una cosa más, no lo juzgues por favor, sé que no es una excusa, pero ha sufrido mucho y su comportamiento es una máscara, no te pido que lo trates ni que le hables, sólo que no lo odies, recuerda que la primera impresión no siempre es la más acertada.- Al momento sonrió y de pronto cambiamos de tema. La noche llegó a su fin entre plática, risas y pizza. Pronto cada una se fue a su cuarto a dormir.

Aquél día había estado de lo más ajetreado, pero sin importar nada más, seguía preguntándome los motivos de aquella mirada, Stephen me parecía un chico enigmático, quería conocerlo y saber cuáles eran las razones para que se convirtiera en lo que era, quería que en algún momento sus ojos reflejaran alegría y de su boca saliera una sonrisa en vez de aquél gesto de amargura. Y con eso me fui a dormir, pensando en aquél joven y esperando las pesadillas que no llegaron.

A la mañana siguiente todo pasó normal, mis clases eran pesadas pero era lo que más me gustaba así que las disfrutaba al máximo. La comida a lado de mis amigas a la que se unió Ren había sido muy graciosa. Pronto todos se fueron a sus clases y nos pusimos de acuerdo para ir a cenar al club vampiro.

Al salir al campus sentí un aire que me erizó los vellos de los brazos, así que antes de ir a mi clase de música fui a mi dormitorio por una chaqueta. Aún faltaba una hora y me sentía algo tensa, así que decidí tomar una ducha, me relajé al momento que el agua caliente hizo contacto con mi piel. Sequé mi cabello, me puse unos jeans, una blusa de manga corta, tennis y mi chaqueta vieja que tanto amaba. Tomé mi bolso y salí. Caminé disfrutando de aquél hermoso paisaje y respirando el aire fresco de principios de otoño.

Pronto llegué al aula, seguía faltando tiempo para la clase pero como no había nadie decidí entrar al salón. Justo cuando iba a girar la perilla de la puerta una música invadió mis oídos. Tenía un comienzo lento y tierno, cada nota me llenaba de emoción, transmitían muchísimos sentimientos: esperanza, dulzura, calidez y sobre todo amor.

Cerré los ojos espontáneamente y dejé que las notas fluyeran dentro de mí, seguía parada afuera del aula sujetando la perilla de la puerta, pero no me importó nada, quería que la música llegara a mis oídos y que jamás se detuviese. Pronto las notas disminuyeron la intensidad y concluyeron en una nota final que retumbó en mis oídos, inmediatamente abrí los ojos y me percaté de las lágrimas que habían surcado mi rostro.

Luego de tantas lágrimas derramadas durante los últimos meses, celebraba las de ahora, ya que por primera vez estaba llorando no de tristeza o dolor, era porque me parecía hermoso que una persona pudiera expresar tanto con la música, moría de ganas por saber quién era aquél intérprete y quería saber quién era el compositor de aquellas hermosas notas.

Se me hacía extraño que aún siendo 5 minutos para la clase nadie estuviera ahí afuera, y por miedo a que ya hubieran pasado, giré la perilla y entré.

El aula era bastante grande, con muchos instrumentos por todos lados, desde guitarras, violines, flautas, trompetas, saxofones… Pero lo más imponente de aquél sitio era un hermoso piano de cola negro situado al fondo del salón, ahí en el banquillo estaba la visión más maravillosa del universo entero, un ángel…

No podía distinguirle bien desde los cinco metros que nos separaban, ni podía identificar cada uno de sus rasgos pues los tenues rayos de sol que aún se colaban por la ventana al chocar contra su piel, la irradiaban, llenando a aquél joven de una belleza sobrenatural.

Tenía la cabeza agachada hacia la última tecla de aquél piano que aún sujetaban sus delicadas manos; sus ojos cerrados le otorgaban a su rostro un semblante lleno de paz.

Justo en aquél momento algo cambio en mi interior, fue como si toda mi vida hubiera sido sólo una caja de rompecabezas y ahora las piezas encajaban, fue un sentimiento furioso y desgarrador, algo había despertado dentro de mí…

Pronto mis ojos comenzaron a anegarse en lágrimas, podía sentir tanto amor en aquél lugar que en mi interior fluía una mezcla confusa entre la duda, admiración e interés de conocer a aquél joven.
Sequé mis lágrimas, después de todo, pronto el crepúsculo de aquella tarde daría paso a la oscuridad de la noche y la visión se borraría, y no valía la pena empañarla debía disfrutar todo lo que durara.

De pronto aquél joven sonrió, aún con los ojos cerrados; la luz se intensificó y aquella visión se hizo mucho más hipnotizante. El embeleso se apoderaba de mi voluntad, no podía hacer otra cosa que no fuera mirarlo, bajé la vista hacia sus manos y entonces me percate de cómo las notas de aquél instrumento eran bañadas por unas gruesas lágrimas. Pensé en acercarme, tal vez reconfortarlo con algún abrazo, pero ¿y si desaparecía? Continuaba debatiéndome en dar aquél primer paso pero aquella lucha interna concluyó al momento en que sus manos limpian el surco de las lágrimas y su boca se ensanchó en una sincera sonrisa.

Sin esperármelo, sus ojos se abrieron de par en par, la luz siguió colándose y me permitió reconocer algunos rasgos en mi memoria a pesar de que no sabía de quién eran y siendo honestos no quise profundizar, no si lo tenía justo en frente de mí; la duda recorrió todo mi cuerpo y como si hubiera pronunciado claramente su nombre volteó hacia donde me encontraba…

El tiempo se detuvo en ese momento, sólo estábamos él y yo, en aquella aula de magia, de amor…

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